lunes, 16 de abril de 2012

Delacroix sorprendente

El mar desde los altos de Dieppe, 1852







Para los muy entendidos en la pintura de Delacroix este post será absurdo hasta en su título, pero para el común de los mortales, entre los que me incluyo, Delacroix era un gran pintor romántico con unos cuantos cuadros míticos (El Delacroix que yo conocía).

Gracias a la exposición consagrada a Delacroix en el CaixaForum de Madrid (del 15 de octubre 2011 al 15 de enero de 2012), descubrí que había otros muchos "Delacroixs" que desconocía, que su personalidad artística era mucho más rica y compleja.

Descubrí en primer lugar a un gran paisajista capaz de plasmar todos los matices de los reflejos de la  luz de un atardecer como en el cuadro que abre este post

Estudio del cielo al atarcecer, 1849, Pastel
o de  utilizar el pastel para plasmar los rosas imposibles de una puesta de sol.

 Delacroix fue un gran retratista en el sentido más clásico de la palabra.
Eugène Louis Auguste Schwiter, 1826-27

Léon Riesner, 1835

También fue ilustrador nada menos que de Fausto de Johann Wolfgang von Goethe



Fausto intentando seducir a Margarita, detalle, 1828

Fausto con Margarita en la cárcel, detalle, 1828
Me sorprendió la fuerza, el vigor y el colorido del único cuadro suyo de carácter religioso del que tengo noticia

Cristo en la cruz, 1845
y la minuciosidad con la que aborda un tema tan aparentemente banal como una cama deshecha. (Es sorprendente lo interesantes e incluso sugerentes que pueden ser en pintura y lo irritantes que son en la realidad de tu propia casa). 
Cama deshecha, 1827


Pero lo que más me gustó fue la fuerza de sus esbozos en óleo y la calidad de sus apuntes en acuarela.

Desnudo femenino visto desde atrás, Pastel, sanguina y tiza. Para la muerte de Sardanápalo
 Boceto de la muerte de Sardanápalo,1826-1827, óleo sobre lienzo

La caza del león, esbozo, 1854




Eugène Delacroix realizó la mayoría de sus acuarelas durante un viaje a Marruecos de enero a julio de 1832. Un viaje que también tuvo alguna corta escala en Argel y España y que marcó para siempre al artista. En él, Delacroix conoció una luz nueva, gentes completamente diferentes, caballos bellísimos y casi salvajes y se encontró con ese Oriente que siempre había estado buscando y que, de alguna forma, estaba ya en él. Sí, Oriente porque, aunque sea erróneo geográficamente, para los franceses del siglo XIX Marruecos e incluso España eran Oriente, países llenos de sensualidad, de colores y de olores que los convertían en exóticos.

Un patio en Tanger, 1832
Álbum de Marruecos, jóvenes judías, 1832, Acuarelas

                  Novia judía, 1832


Y en Marruecos, país musulman nada habituado a la pintura, que incluso es considerada por muchos como contraria al Corán, Delacroix no sacó su caballete y sus óleos, sino que llevó un cuaderno en el que recogía, en acuarela, lápiz y tinta, rápidos apuntes de todo aquello que veía. Su primera y más larga escala fue Tanger y allí, donde había una gran colonia judía, pudo retratar a mujeres aunque él mismo aclara en sus notas que no eran muy diferentes en apariencia y vestimenta a las musulmanas.



Joven árabe en su habitación, 1832
Acuarela Calle de Mequinés, 1932
Estudio de árabes a caballo, Lápiz y acuarela


Todo este trabajo de Delacroix durante 1832 se reflejó en toda su obra posterior,  no sólo en la más inmediata (como Las Mujeres en sus habitaciones de Argel de 1834) sino también en muchas pinturas de las décadas de 1840 y 1850. Delacroix no era un copista sino un creador, como tantas veces dijo de él Baudelaire, y no se limitó a plasmar en  lienzo sus apuntes o recuerdos sino que creó obras completamente únicas y propias. Obras que hacen de él, el gran maestro del Romanticismo francés. Pero esos meses en Marruecos fueron esenciales para nutrir a su imaginación y a sus sentidos de los elementos con los que luego elaboraría su pintura. Un verdadero viaje iniciático que le hizo encontrarse consigo mismo y con su arte.

 
Cheik árabe acostado sobre una alfombra, acuarela y tinta..

Paisaje y jinete, acuarela realizada en el trayecto de  Tanger a Meknès.


Puertas y murallas de Meknès

Retrato de Amin Bias, ministro del Sultán.


Y es que, como dijo el historiador magrebí Ibn Khaldoun en el siglo XIV, "la perfección del alma surge del encuentro con los otros, aquellos que no son de mi cultura o de mi religión, aquellos que viven y piensan de forma diferente a la mía".


3 comentarios:

  1. Magnífico post, sin duda un gran artista, uno de los primeros de su época en desviarse del academicismo y buscar su propia vía de expresión, con un dibujo fluido y un fuerte cromatismo. Por cierto, hizo más obras religiosas: ''Adán y Eva arrojados del Paraíso'', ''Cristo atado a la columna'', ''Cristo resucitado'', ''San Sebastián en tierra''.

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  2. Gracisa por documentarme, Epaminondas, las buscaré no las conocía.

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  3. Si conocía estas pinturas,mi opinión es que era maravilloso.

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