Recientemente he sido doblemente afortunada. El pasado domingo vi la película El artista y la modelo y el lunes asistí a un coloquio en el Museo Thyssen de Madrid entre Guillermo Solana y Fernando Trueba. Este post es el resultado de tan gozosas experiencias.
La película es un must, que dirían los cursis de la moda. Cualquiera que ame el cine o el arte, debe verla. Es una delicia, un homenaje al arte, una obra de autor.
Fernando Trueba es un buen conversador, una persona muy culta, que ha leído mucho, ha visto mucho cine y mucho arte. Pero Trueba no despliega su saber de forma erudita o pedante, sino que éste sale de él de una forma natural en su conversación y en su cine. El artista y la modelo es una de esas obras que están en la mente y en el corazón de su creador durante muchos años, que han madurado y crecido, y que, un día, se hacen realidad.
La película empezó a escribirse hace mucho entre Fernando Trueba y Azcona. El guión definitivo lo escribieron Trueba y Jean-Claude Carrière a partir de 2005. Jean-Claude Carrière es un reputado guionista francés que ha trabajado con muchos de los grandes, Luis Buñuel entre ellos.
La película es muy francesa, porque Trueba dice que él también lo es y porque se localiza en algún lugar de la Francia ocupada cerca de la frontera española durante la II Guerra Mundial. El blanco y negro se impone por la época, por la estética y porque es la mejor manera de fotografiar los volúmenes de la escultura. En el coloquio se comentó cómo la mayor parte de la fotografía artística sigue siendo en blanco y negro, pese a la irrupción y la hegemonía del color en todos los medios que utilizan la imagen.
La película es también un homenaje a los Renoir, a Pierre-Auguste cuyo cuadro Desnudo al sol inspira una parte de la acción, y a su hijo Jean, cuyo cine de los años 30, su panteismo y la alegría de vivir que transmite, son siempre un ejemplo a seguir para Trueba.
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Pierre-Auguste Renoir, 1.876. Desnudo al sol. Óleo sobre lienzo, 80 x 64. |
Otro artista muy presente en la película es Aristide Maillol. La realidad de un Maillol anciano descubriendo a una joven musa y modelo (Diana Vierny) sirvió de fuente de inspiración a Fernando Trueba. Además, se han utilizado el estudio y la obra de Maillol como material de base para la película. El estudio de El artista y la modelo recuerda poderosamente las fotos de Brassaï del estudio del escultor en Marly le Roi realizadas en 1936.
Y es que la película tiene dos escenarios principales: la Naturaleza y el estudio del artista. Ambos escenarios están conectados ya que el estudio está rodeado por la naturaleza y abierto a su luz, como el de Maillol. Aunque no haya un sólo plano de mar, la película es muy mediterránea por su concepción de la vida, su paisaje y por elementos que están presentes como el vino y el aceite.
Los actores son todos soberbios y uno no se imagina a ningún otro que pudiera reemplazarlos. Son secundarios de lujo la siempre genial Chus Lampreave o una madura y bella Claudia Cardinale, pero el peso central recae sobre el artista, Jean Rochefort y la modelo, Aida Folch. Todos ellos fueron primeras opciones del director.
¿Qué decir de Jean Rochefort? Confieso que es un actor que me encanta, que sabe ser irónico, tierno y vulnerable a la vez y del que me enamoré artísticamente para siempre en El marido de la peluquera. Es de los pocos actores que conozco que pueden sonreir sólo con los ojos.
Jean es Marc Cros, un viejo escultor de vuelta de muchas cosas en la vida, que tras un tiempo de inactividad vuelve a trabajar cuando su mujer le encuentra una modelo adecuada.
Magnífica también Aida Folch (a la que yo sólo recordaba por su papel en Los lunes al sol) como Mercè, una joven española escapada de los campos de refugiados de Argèles-sur-Mer que colabora con el maquis para pasar a ciudadanos por la frontera. Mercè es una joven apasionada, un poco salvaje, que tiene que vencer su pudor para mostrar su cuerpo y que, poco a poco, aprende a ser una buena modelo con un cuerpo clásico animado por una fuerte personalidad.
Imposible no pensar en Velázquez
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Venus del espejo, Diego de Velázquez, 1644 o 1648 |
La película cuenta, nada más y nada menos, que el proceso de creación de una obra de arte, pero también el encuentro entre la juventud y la vejez, los ideales y la experiencia, la vida y la muerte, la alumna y el maestro. Es una película con las palabras justas y muchas miradas. La mirada del artista, que Trueba recrea magistralmente con una cámara subjetiva, que ve los matices y las formas, las luces y las sombras, tanto al observar la Naturaleza, como la gente del pueblo o el cuerpo de Mercè. Trueba es aficionado al dibujo y se nota. La mirada a veces furtiva de la modelo, una mirada llena de curiosidad y de ganas de aprender y, poco a poco, también de afecto. La mirada de los niños del pueblo, que espían el estudio con la esperanza de ver el fruto prohibido: el cuerpo desnudo de la mujer.
Hay momentos magistrales y mágicos como aquel en el que Marc enseña a Mercè lo que es una obra maestra analizando un dibujo de Rembrandt (*). O aquel en el que le cuenta las pruebas de la existencia de Dios o su particular versión del Génesis, en la que el pecado original pasa por el incesto y el complejo de Edipo. O la visita de un oficial alemán, que para sorpresa de Mercè y del espectador, es un hombre de una gran sensibilidad.
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REMBRANDT VAN RIJN. Niño que aprende a andar, 1660, tinta marrón.
La fotografía, siempre tan importante en el cine, firmada por Daniel Vilar, está a la altura del resto de los componentes de esta magnífica película. Sin ella no podríamos estar atentos a los matices de luz y de piel que tanto interesan al artista.
Y hablemos finalmente de la obra y del lento proceso que del primer contacto con la modelo, del primer boceto, avanza poco a poco hasta llegar al resultado final. Este camino, magistralmente trazado, es por el que camina la película.
La obra final no es otra que La Mediterranée de Aristide Maillol, 1905. Una mujer fuerte, rotunda, sensual y pegada al mundo que como se queja Mercè, no se parece a la modelo, pero sí capta la esencia que en ella busca el artista.
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La Mediterranée, Aristide Maillol, 1905 |
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La Mediterranée, Aristide Maillol, 1905 |
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La película guarda muchos secretos por descubrir y la lectura de este post no pretende ser más que un tráiler que conquiste al espectador. La música, ausente durante todo la película, sólo subraya el final con el último movimiento de la novena sinfonía de Mahler. No os perdáis El artista y la modelo, yo estoy deseando volver a verla.
(*) Fernando Trueba tomó prestada esta explicación de una entrevista a David Hockney en el Harper's Bazaar. Esta es la razón por la que Hockney aparece en los títulos de crédito.