Adoración del Cordero Místico |
La pintura es plana, por eso se deja fotografiar mejor que la escultura. Pero los pintores han tratado siempre de escapar de las dos dimensiones y de darnos una impresión tridimensional.
Jan Van Eyck es un ejemplo claro. Este pintor flamenco vivió entre 1390 y 1441, para algunos marca el final del gótico para otros es el primer renacentista del Norte, manías clasificatorias.
Adán y Eva |
Adán y Eva forman parte de La Adoración del Cordero Místico, un políptico que se encuentra en la catedral de Gante y que justifica una visita a esta ciudad. Detacan por su carnalidad frente a otras figuras más idealizadas. Van Eyck los ha colocado en nichos angostos de los que parecen sobresalir los hombros. El abombado vientre de Eva, además de recordarnos su función de madre de la humanidad, la acerca a nosotros. Y el pie, ese pie de Adán que cruza el umbral del marco le da la dimensión que a esta figura le faltaba.
Díptico de la Anunciación |
En este pequeño díptico formado por dos tablas de unos 39 x 24 cm. Van Eyck despliega todo su arte y su sana capacidad de manipulación.
Empecemos por los marcos pintados por el artista a modo de trampantojo y que son muy importantes para el resultado final. El exterior en tonos rojizos enmarca un interior en grisalla que imita a la perfección la piedra y en cuya parte superior estás "esculpidas", no pintadas, dos frases del Evangelio de San Lucas. Los basamentos de piedra de las figuras y las alas del Arcángel San Gabriel sobresalen del marco. Una luz imaginaria a la derecha produce sombras en la parte izquierda de los marcos interiores. Van Eyck lo ha conseguido: las figuras en grisalla de Gabriel y de María no son planas, ¡son verdaderas esculturas en tres dimensiones!
Pero no contento con esto, Van Eyck añade un elemento más: El fondo de los nichos es de mármol pulido y en él vemos los reflejos de las figuras. El artista no sólo reproduce los contornos, sino que, en el caso de la Virgen, nos muestra, como si de un espejo se tratara, la parte posterior de su figura.
El pintor casi logra una victoria total de la pintura sobre la escultura, pero algo le delata y es El Espíritu Santo o más bien su represantación en forma de paloma. Si estuviera esculpida tendría que estar apoyada en algo. Nadie es perfecto.
Esta obra se encuentra en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Si queréis verla en alta definición y con zoom: Díptico de la Anunciación
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